10 tips efectivos para una buena relación entre padres e hijos adolescentes
Los conflictos entre los adolescentes y sus padres empiezan en la pubertad. Pero, cuando aprenden a trabajar en la comunicación logran tener una relación fabulosa.
La falta de entendimiento es uno de los argumentos más comunes de los jóvenes para señalar el conflicto que viven a diario con sus padres.
Y es que durante la adolescencia, la relación entre padres e hijos se posiciona en un delgado hilo, que si se rompe termina en problemas permanentes, y en la mayoría de los casos, la causa se origina en la mala comunicación.
La adolescencia es una etapa de cambios en la que se producirá un giro crítico en cuanto a la construcción de su identidad. En esta etapa, se refleja la experiencia de vida anterior (entre los 3 y 12 años).
Es el tiempo de los enfrentamientos contra las normas familiares, y en eso los padres se ven en el dilema de si respetar la autonomía de sus hijos o comprenderla, dejando claro que no están en condiciones para ser independientes.
Imponer autoridad es un error en el que la mayoría de los padres incurre, buscando tener el control de todo, lo cual mella toda posibilidad de comunicación efectiva, da paso a la rebeldía y hace espacio al conflicto.
Si lo que buscan realmente es mantener una buena relación en casa, deben aplicar la psicología.
Ahora bien, ¿hay una guía resolución de conflictos para padres?, ¿qué hacer ante la rebeldía adolescente?
Aquí 10 tips efectivos:
1.- Comunicación conciliadora y tolerante.
Los padres deben entender que es una época de cambios tanto físicos como psicológicos para el joven y es preciso ayudarle a pasar por ellos con la mejor actitud, a través de pautas conciliadoras y apostando a la tolerancia si no quieren caer en el hueco de las discusiones, que en ocasiones abren brechas difíciles de cerrar.
Será inevitable discutir por diferentes motivos; uno puede ser la forma de vestir; la cuadrilla de amigos, o la responsabilidad de hacer las tareas en casa, pero ante la amenaza del conflicto debe prevalecer el entendimiento para comunicarle la solución y resolver el disgusto.
– Bien: “Augusto tu forma de vestir está cambiando, eso ¿a qué se debe?, ¿quieres contarme?”.
– Mal: “Augusto, por qué ahora te vistes como un ratero de esquina. ¿Quieres que te arreste la policía? Eso no es lo que yo te he enseñado, viste bien y podrás salir”.
2.- Comunicación negociadora.
Creer que todo lo que hacen los hijos es un acto de rebeldía, es ponerse en el rol de víctima.
Aplica la psicología de la negociación en la forma de hablarle al adolescente; entiende que busca diferenciarse de la figura paterna y llama la atención desobedeciendo o fastidiando.
No tomarse todo personal es clave para evitar discusiones absurdas con el chico, demostrando que si bien debe respetar su autoridad como padre, comprende sus razones.
De este modo, el joven baja la guardia y se siente en un clima de tolerancia.
– Bien: “Augusto, entiendo que sientes presión y esto no es lo que quieres hacer ahora, pero lleguemos a un acuerdo. Te parece si en vez de…”.
– Mal: “Augusto me tienes cansado con tu rebeldía absurda, no te quiero cerca de mí. Lo lamentarás cuando te vuelva a ver a la cara”.
3.- Comunicación efectiva: Escucha activa para empatizar.
Los padres muchas veces olvidan que sus hijos crecieron y que ya no son niños a quienes puedes manipular, dando órdenes a su antojo.
Para entender por qué los adolescentes actúan como si estuvieran en su contra, debe escucharlos activamente con el propósito de lograr empatía.
Escuchar es la base de la comunicación efectiva y con los hijos adolescentes es de gran ayuda para evitar conflictos.
Lo primero es identificar el sentimiento que el chico quiere transmitir y preguntarle. Lo segundo es ayudarle a buscar la solución para paliar lo que siente.
– Bien: “Augusto, noto que estás preocupado/ enfadado/ sin ánimos/ por lo que le dije a tus amigos sobre salir de la casa a la media noche. ¿Quieres hablar de ese asunto?”.
– Mal: “¡Augusto, por qué tienes de cara de amargado. Si aún sigues molesto por lo que pasó con tus amigos la otra noche, te advierto que no estoy de humor para malcriadeces, así que elimina esa cara de funeral ahora!”.
4.- Comunicación asertiva: Sustituye la palabra NO
Se ha escuchado mucho la frase: «no es lo que dice sino cómo se dice», pero en la relación de padres e hijos se olvida por completo.
Hay padres a quienes les encanta la palabra No y desde que sus hijos aprender a caminar solos, resuena en sus oídos: “No puedes subirte ahí”, “no. Bájate de ahí”, “no puedes”, “no debes”, “no tomes”, “no, no, no, no…”, creando un inconsciente lleno de miedo, represión e impulsos en ese niño que pronto se convertirá en un adolescente.
Si bien la educación empieza por la buena comunicación, la manera en cómo se le expresan las palabras a un chico va ligada a la conducta que adopte después.
Es conveniente que el adolescente aprenda a gestionar como adulto poco a poco, por ello, la palabra NO debe sustituirse por: “es mejor”, “es preferible”, “sugiero”, “estaría bien”.
– Bien: “Augusto, es mejor que te vayas a la fiesta a las 8:00 p.m., para evitar riesgos en la calle”.
– Mal: “Augusto, NO quiero ver que intentas salir a la media noche de la casa para ir a la fiesta. Si se dan las 10:00 p.m. y no has salido aún, que tus amigos no vengan por ti. No saldrás”.
5.- Comunicación dirigida: Orienta como padre, no como amigo.
Muchos padres buscan de manera inconsciente evadir la responsabilidad de formar a sus hijos con disciplina, valores y principios por temor a no llevarse bien con ellos imponiendo una figura autoritaria que después sea incontrolable.
Entonces, apelan por proyectar la figura del mejor amigo creyendo que sobrellevando la relación con su hijo, como si fuera una amistad, se solucionarán todos los problemas, pero se equivocan.
Los hijos necesitan entendimiento y comprensión desde el acompañamiento para afrontar esos cambios hormonales conscientes de las pautas disciplinarias, normas y algunos límites.
Para apoyar los padres en estos casos, hay una alternativa muy práctica: Family Matters, una aplicación para integrar a toda la familia en actividades que afianzan su convivencia sana.
– Bien: “Te entiendo, Augusto. Yo pasé por eso cuando tenía tu edad. A mí me gusta cómo se te ve esa camisa, pero si no te sientes cómodo cámbiate, pero el smoking es una exigencia para ir a este tipo de eventos”.
– Mal: “Augusto, no seas ridículo, no eres un bebé. A nadie le va a importar cómo te vistas cuando tengas 15. Pero si no quieres ir de traje, colócate este suéter negro o lo que te dé la gana y ya vámonos a la fiesta. Nadie lo va a notar”.
6.- Comunicación que gestiona: No culpar a los jóvenes del conflicto.
Hay psicólogos que coinciden en que si los conflictos imperan en un hogar con hijos adolescentes es porque hubo mala gestión de los problemas durante la infancia.
Si el futuro adolescente no experimentó respeto ni confianza con sus padres en su niñez, cuando llega a la etapa en la que los cambios dominan su manera de comportarse, habrá conflictos y discusiones constantes.
La forma más acertada es aprender a resolver aquellos “conflictos tapados” es comunicarlo primero entre los adultos (padre y madre), y luego hablarlo con el joven, gestionando bien las emociones.
Nunca será la solución culpar a los chicos de los problemas no tratados antes en casa, porque la causa del conflicto se verá en la reflexión de los padres respecto a la razón por la que las bases de honestidad, confianza, respeto y amor no fueron sólidas en la infancia.
– Bien: “Augusto, sé que cuando eras un niño interpuse muchísimos límites entre nosotros, y ahora que quieres salir con tus amigos solo hay problemas con tu padre. Él lo hace para protegerte al igual que yo, pero es momento de hablar de este tema y juntos buscar una solución que no nos disguste, ¿qué dices?”
– Mal: “Augusto, eres el culpable de que tu padre te grite y me insulte a mí. Si te ordena que no puedes salir, así tengas 16 años, debes obedecer. ¿Hasta cuándo causarás problemas?”
7.- Comunicación auténtica: El diálogo por delante.
Una buena relación con los hijos se refleja en una convivencia apacible. Sin duda es una familia feliz, donde los adolescentes tienen una autoestima alta gracias a que son conscientes de su valor porque son escuchados y cualquier tema que pueda causar generar discusiones es dialogado.
Este es el primer pilar de una relación sólida entre padres e hijos. Si los padres aprenden a comunicarse con sus hijos de manera auténtica, están formando individuos con buenos sentimientos y con consciencia de que pueden aportar a los demás.
Serán personas activas e involucradas en el bienestar social y más apasionadas para desarrollar proyectos en equipo.
– Bien: “Augusto, cuéntame que es lo que te disgusta de nuestra forma de tratarte. Porque he escuchado que le dices a tu abuela que no te gusta cómo te hablamos”.
– Mal: “Augusto por qué tienes que ir con chismes a tu abuela de cómo te tratamos tu padre y yo… (golpes)”.
8.- Comunicación edificante: El castigo casi nunca sale bien.
Otro de los problemas frecuentes entre padres e hijos son las prohibiciones de amigos. Durante la adolescencia es común que los jóvenes quieran identificarse con un compañero mala conducta para ganar popularidad o respeto ante los demás.
Los padres siempre recurren al castigo de no salir para evitar que continúe juntándose con ese chico malo, pero no logran más que la rebeldía de su hijo, quien como quiera seguirá viendo a ese compañero.
En este caso, la comunicación edificante es la clave para que el adolescente se asocie con gente diferente.
Exprésales palabras como: “Tú eres un campeón”, “eres bueno en lo que haces”, “los jóvenes sobresalientes andan con chicos que le aporten”, “tú vales mucho”, “tienes un propósito que cumplir”. Edificar ayuda al joven a elevar su imagen y tener confianza en sí mismo, y por ende, se relacionará con gente como él.
– Bien: “Augusto, de verdad que estuviste magnífico en la exposición del proyecto. Me encantaron las palabras que usaste, muy sencillas y explícitas. Eres muy bueno exponiendo, hijo. Al igual que tus compañeros. Juntos hacen un equipo increíble”.
– Mal: “Augusto, creo que deberías pensar bien en con quién te juntas. Ese chico no es bueno para ti, te ha convertido en un mal estudiante. Ya no expones como antes, te equivocas mucho, usas palabras callejeras, te expresas como un maleante”.
9.- Comunicación evolutiva: Seguir patrones es ambiguo.
Los padres suelen criar a sus hijos como ellos fueron criados, y en algunos casos, la manera no fue la correcta.
Tuvieron crianzas duras, faltas de amor, comprensión y atención, por lo que trasmiten esas experiencias a sus hijos. Lo grave es que cuando esto pasa cortan el canal de comunicación y los adolescentes terminan siendo retraídos, callados y muy rebeldes.
En este caso, hay que reflexionar sobre las creencias o patrones paternos heredados para cambiarlos. Los niños de esta era no son como los del siglo XX ni XIX. Los de hoy requieren de comunicación, entendimiento y diálogo. Este es un proceso que cada día evoluciona más y los padres deben adaptarse.
– Bien: “Augusto, vamos a hablar cuando lleguemos a casa”.
– Mal: “Augusto, cuando lleguemos a casa vas a saber quién soy yo (primer golpe)”.
10.- Comunicación directa: Hablar de la realidad sin herir.
Si los padres aprenden a manejar con sus hijos la comunicación directa, sin eliminar sus expectativas o herir sus sentimientos, estarán ganando la batalla a los cambios de la adolescencia.
Hablar de la realidad con los hijos no es restringirles, ni prohibirles que hagan los que les gusta, si no informarles con consciencia de las consecuencias de sus actos.
Un ejemplo de que hay fallas en este aspecto es cuando se observa a padres con chicas adolescentes de entre 15 y 17 años que comienzan a experimentar el amor.
Piensan que advirtiéndoles que restringirán sus salidas o prohibiéndoles que vean al chico que les gusta, solucionarán el problema.
Y lejos de eso, lo que hacen es reprimir sus sentimientos transformándolos en resentimiento en su contra.
La comunicación directa y civilizada sobre temas que a esa edad deben conocer, propicia confianza y da seguridad a sus hijos para abrirse a contar sus experiencias sin miedo.
– Bien: “Augusto, sé que te gusta esa chica, pero toma en cuenta sus actitudes. Es muy rebelde, ¿cuánto tiempo te ves con ella?”.
– Mal: “Augusto, si ves de nuevo a esa chica alocada y revoltosa, te olvidas de que somos tus padres”.
Conclusión.
La base de toda buena relación es la comunicación abierta, honesta y sin perjuicios. Si los padres entienden que sus hijos también formarán parte de la sociedad, pero una más avanzada y liberal, encontrarán la llave para criarlos sin inconvenientes y llevarán una relación óptima con ellos.
Pinea esta imagen en Pinterest!